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En cualquier noche despejada y en menos tiempo del que imaginemos.. 
Así sea viendo una luna llena, sintiendo un sol radiante en nuestra piel, con el viento soplándonos de frente, nos vamos a dar cuenta. Cuenta que no podemos desertarnos, ni renunciarnos. Ambos llevamos la marca de un amor corrompido, un amor que por más que no pueda quiere ser, que aunque lo arrastre el tiempo, el cansancio y el frío de este invierno… quiere florecer y hacerse indestructible. Nos duele, la razón necesita callar al alma que no para de llorar a gritos defraudados y nuestra cabeza no para de pensar en planteos, ideas. Algún reparo para solucionar contrariedades de cierta pasión olvidada y perdida en algún atajo hacia la felicidad. Un atajo que al igual que todos tiene sus desperfectos.
Llevamos tatuados en el corazón, el nombre de cada uno y sabemos que no podemos abandonarnos, que llevamos las manos atadas, y que el atajo es difícil pero... ¿nos espera la felicidad?